
YUNGBLUD empezaba a preparar las tinieblas mucho antes de aparecer. El humo salía de todos los rincones del escenario del Palacio Vistalegre, como si el infierno se abriera paso entre luces parpadeantes y gritos ahogados. En los parlantes, War Pigs de Black Sabbath sonaba como un presagio metálico: algo estaba por estallar. El público, ya en combustión, aguardaba el primer golpe.
Y entonces irrumpió. Hello Heaven, Hello marcó el comienzo. Cantó los primeros versos midiendo la energía, hasta que llegó el coro: saltó, agitó a la masa y desató la explosión de confite que hizo enloquecer a todos. Cuando el calor lo devoró, acalorado, se quitó el chaleco dorado —el único destello entre tanta oscuridad—, subió a la tarima de la batería, alzó el vaso hacia el cielo y se arrojó encima la cerveza entera, como una ducha casi purificadora antes del caos. Puro frenesí en carne viva.

Un cuerpo en combustión
The Funeral y Idols Pt. 1 confirmaron lo inevitable: el descontrol no tenía freno. “Te amo Madrid”, gritó entre saltos, y el rugido de la multitud lo envolvió como un eco de mil gargantas.
En Lovesick Lullaby la escena se volvió tribal: “Are you f**king ready, are you f**king crazy?”, lanzó para tantear si la locura era generalizada, y el suelo tembló. “1 – 2 – 3 Salta Salta”, ordenó, y el público respondió al unísono, como un cuerpo colectivo a punto de estallar.
Con My Only Angel, el escenario se convirtió en un infierno literal. Llamaradas de fuego salían disparadas mientras revoleaba el micrófono. Dispara besos, provoca, domina. El calor no venía solo del fuego: era puro magnetismo.
Antes de Fleabag, se rindió ante ellos:
“Santa mierda, Madrid, ¡muchas gracias! ¿Están listos, hijos de p***?
«Los amo, los amo, Madrid. Quiero quedarme en Madrid para siempre.”
Como detalle mencionar que a un fan a tocar, y al cierre se metió entre el público, de pie, cantando y grabándose él mismo, como si quisiera retener esa locura para siempre.
En Lowlife, volvió a desafiar: “Are you ready f**cking loco? Loco? Yeah? All right!.” El público cantó el final a cappella, un eco estremecedor que llenó todo el recinto.
Antes de que YUNGBLUD desatara el caos, Palaye Royale encendió la mecha en el Palacio Vistalegre. Salieron como si el escenario fuera un campo de batalla: saltos, gradas conquistadas y un contacto constante con el público. Su vocalista se lanzó entre la multitud más de una vez, dejando claro que la previa no sería tibia. Se despidieron con una advertencia que sonó a profecía: “Que disfruten del maravilloso Yungblud.”

Changes y el homenaje a Ozzy
Las luces bajaron y el sonido del piano abrió un silencio reverente. La gente gritó “Ozzy, Ozzy, Ozzy” antes de que el nacido en Doncaster hablara con una mezcla de devoción y rabia contenida:
“Mi sueño podría ser tocar esta canción para mi amigo que está en el cielo ahora. La siguiente canción irá al maldito Ozzy Osbourne. Se siente algo extraño tocar esta canción hoy, esta noche, y que Ozzy no esté entre nosotros. Vamos a cantar esta canción jodidamente fuerte, ¿ok?
Ustedes saben, Madrid… porque esto es sobre rock and roll, sobre amor, porque Ozzy Osbourne se trataba de amor, Yungblud se trata de amor y ustedes, hijos de p..a, se tratan de amor.”
Entonces repartió una ráfaga de “te amo” hacia el público, que respondió con gritos. Pidió mirar al de al lado y verbalizarle palabras de amor.
Antes de tocar, miró al cielo y lanzó: “Te amo Ozzy Osbourne, te amamos Ozzy, te amo Ozzy, te amo Ozzy.”
El vaso de cerveza voló hacia el público y comenzó Changes, un homenaje que interpreta desde la muerte de Ozzy, convertido en su himno personal.
Es claro: cada show suyo lleva una carga emocional distinta. Y a quienes lo han criticado, YUNGBLUD les contesta en cada recital con ese cover maravilloso. Porque un cover no es imitar una grabación o una voz: es redefinirla, reescribirla y hacerla propia. Esa es la diferencia entre repetir historia o hacerla de nuevo.
Redacción MgzMag.
El show está en todos lados
Fire fue una provocación absoluta. Las luces rojas, el calor, su cuerpo desbordado. Revolea el micrófono, lo deja colgando como una extensión de su zona genital, se frota contra la jirafa del soporte en un gesto tan provocador como sensual, se ríe del escándalo que genera. Corre, grita, provoca. Juega al límite. El show no está en el escenario: está en todos lados.
Con Change, los violines abrieron un respiro antes de otro estallido; incluso lo que empieza como una balada termina siendo incendiario en manos de Yungblud. “Ustedes son pasionales, ustedes son unos malditos locos”, dijo golpeándose el pecho antes de lanzar otro vaso al público. Cerró gritando “te amo Madrid”, y la multitud no hizo más que responderle, como un reflejo inevitable.
En ice cream man provocó una vez más:
“Madrid? Yeah!” y un rugido salvaje— ,
“¿Barcelona?”, una respuesta tímida,
“¿Madrid?”, otra vez, y la locura fue total.
Loner fue su momento más teatral: “Ustedes están locos, Madrid muéstrenme su maldita lengua.” Con la pandereta en mano, la lengua afuera, la mirada desorbitada, parecía poseído. El público saltó, gritó, y cuando los músicos se fueron dejando el acople, el publico empezó a corear los ohh de Seven Nation Army. Yungblud volvió corriendo, riendo, sin entender del todo el incendio que había provocado.

El trance final
El encore fue puro descontrol sensorial. En Ghosts, confite rojo cayendo, saltos, baile, catarsis. Y, al final, el cuerpo en el suelo, convulsionando con una sonrisa en trance, los ojos hacia atrás. “Silencio”, pidió. Luego, “gritos”. Luego, silencio otra vez. Lo controla todo: el ruido, el aire, el público.
Zombie cerró el rito: “Se los prometo, volveré a Madrid cada maldito año.”
Y se fue, el último en abandonar el escenario, arrojando besos, emocionado, exhausto, incendiado, exorcizado.
Valoración de MgzMag
Lo de Yungblud en Madrid fue el auténtico “Parental Advisory: Explicit Show”. El tipo de advertencia que las sociedades de madres habrían pegado décadas atrás en los conciertos que no querían que vieras. Un espectáculo crudo, sin filtros, donde el cuerpo, la excitación, la sensualidad, el sudor y la provocación fueron el idioma oficial. Dominic Harrison transformó el caos en discurso y el desenfreno en arte.
Lo de Madrid fue un punto de quiebre: la confirmación de que Yungblud no solo ha reciclado el punk rock, sino que, literalmente, le ha devuelto la vida.Redacción MgzMag.
Nota editorial
Los diálogos transcritos reflejan con fidelidad la voluntad y el mensaje del artista, aunque pueden no ser textuales en su totalidad. En MgzMag nos especializamos en crónicas inmersivas, donde recolectamos la mayor cantidad posible de emociones sensoriales, atmósferas y momentos clave para ofrecer una experiencia cercana a estar ahí. Lo mismo ocurre con los setlists: en algunos eventos no se reciben oficialmente o el artista modifica el orden del mismo en tiempo real, por lo que la reconstrucción se basa en la observación directa del cronista y el cruce con los registros disponibles.
Setlist – YUNGBLUD, Madrid 2025
- War Pigs (Intro – Black Sabbath)
- Hello Heaven, Hello
- The Funeral
- Idols Pt. 1
- Lovesick Lullaby
- My Only Angel (Aerosmith & YUNGBLUD)
- Fleabag
- Lowlife
- Changes (Black Sabbath cover)
- Fire
- Change
- ice cream man
- Loner
Encore / Bises - Ghosts
- Zombie
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PH Mariana Gomez Torres
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