
Barcelona ardía a 30 grados. A las 21:10 se apagaron las luces, la oscuridad cayó como un telón celestial y ya no hubo vuelta atrás: Rigoberta Bandini estaba a punto de abrir las puertas de su templo pop. Con una escenografía mínima y plataformas móviles que parecían flotar, la artista entró como quien no necesita más que una voz, unas ideas claras y un ejército de emociones. Minimalismo a lo divino. Presentaba Jesucrista Superstar, su segundo álbum, pero la misa era otra: un ritual generacional, empático y brillante. Y sí, el milagro no solo ocurrió… fue inevitable.
Y lo que se sintió fue explosión emocional desde la primera carcajada enlatada que dio inicio al show. Una risa que desarmó toda solemnidad y abrió la puerta a un viaje entre el trance pop, la performance teatral y la catarsis compartida. Jesucrista Superstar no es solo un álbum: es una puesta en escena de los afectos contemporáneos, de la autoexploración y la sátira. Y Rigoberta, como buena mesías de lo sensible, no escatima en liturgias.
Los himnos caen como relámpagos, las risas como misas
Las primeras canciones fueron eso: una descarga. “C.X.T.” y “Simpática pero problemática” hicieron temblar los asientos, mientras ella saludaba con un contundente “Bona nit Barcelona”, marcando el inicio de una ceremonia que iba a ser todo menos predecible. Cada tema era una entrada en su evangelio pop, y cada transición, un portal entre lo íntimo y lo espectacular.
Y entonces entró esa presentadora ficticia, grotesca y deliciosamente paródica, con su acento italo-falso y sus frases sacadas de un programa de talentos de medianoche:
— “Bravo brevísimo Roberta Bandini”, lanzó.
— “Es Rigoberta”, corrigió, con sonrisa punzante.Y continúa:
— “Qué manera de empezar este Jesucritsa Supertar. Ella es cantautora. Ahora agarrará su guitarrita. Marcar el 5556 si quieres que llegue a la final.”
El público estalla en carcajadas. Es comedia, sí, pero también crítica: a la industria, a los moldes, a los clichés. Y el Palau, que entendía perfectamente el código, aplaudía entre risas.
Para Brindis, reaparece la presentadora con su histrionismo absurdo y lanza la pregunta al público:
— “¿Les ha gustado?”
Vuelve a llamarla Renata, como si no hubiera aprendido nada, y remata:
— “Ella dice que escribe canciones desde su corazón…” — pausa dramática — “pero lo que queremos es que nos haga bailar, que no importa todo lo demás.”
Una burla deliciosa y filosa al mandato de entretener, que Rigoberta desmonta con una sonrisa que no cede.

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Confesiones y coreografías del alma
Hubo pausas, sí. Pero no para descansar. Cada intermedio era una pieza más en este mosaico emocional: uno sostenido por la banda, otro con el tecladista haciendo de maestro de ceremonias (“Barcelona com esteu??”), otro con imágenes de su infancia, frustraciones, logros, abrazos con su equipo. Una narración paralela, delicada y honesta, que tejía el corazón del show.
Y entre tanto beat y tanta risa, también hubo piel de gallina. Como cuando se quedó sola para versionar “Una guitarra” de Serrat, confesando que esa canción la acompañó en su adolescencia. O cuando se prendieron tímidamente las linternas del Palau, como si el público supiera exactamente cuándo entrar en modo adoración.
Pop, techno y chupitos
El ritmo subía y bajaba como esas plataformas donde Rigoberta y sus bailarinas construyeron una estética precisa, entre lo kitsch y lo celestial. En “Amore Amore Amore”, una pareja del público fue convocada en vivo para declararse, mientras ella se lanzaba a cantar entre la gente y sus asistentes repartían chupitos a la primera fila como si fueran hostias. La misa se volvió rave.
En otro momento, los redobles de “Soy mayor” se transformaron en marcha ceremonial, y los coros angelicales que precedieron a “Perra” se mezclaron con ladridos: ¿divinidad o animalidad? Las dos. El público saltó como si ese fuera el único exorcismo necesario.
Y luego, la frase más esperada: — “Siguen intactas, perras”.

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El Palau convertido en altar
El clímax llegó cuando regresaron al escenario para el bis más esperado: “Ay mamá”. El grito fue ensordecedor, casi religioso. Pero lo mejor fue lo que vino después. Una versión metalera, dark y sintetizada de “Busco un centro de gravedad permanente” (sí, esa) rompió todas las expectativas, con solo de guitarra incluido y efectos de derrumbe como si se cayera el cielo.
Y para cerrar en Abraxas lanzó:
— “Gracias a mis padres, hermanas, familia, amigos. Gracias al que está adentro. Y gracias a ustedes”, dijo, con los ojos al borde de lo que no se dice.
Los coros de Superstar sonaban mientras en pantalla pasaban créditos como en un film. Porque lo fue.
Fue película, rito y show. Una prédica pop que, sin pedir permiso, terminó en milagro compartido.
Setlist – Rigoberta Bandini en el Palau Sant Jordi (Barcelona 28-Jun-2025)
- Ja ja ja
- C.X.T.
- Simpática pero problemática
- VuelaaAAaa
- Enamorados
- Brindis !!!
- In Spain we call Soledad
- Miami Beach
- A ver qué pasa
- Aprenderás
- Si muriera mañana
- La pulga en el sofá
- Pamela Anderson
- Una guitarra (Joan Manuel Serrat cover)
- El amor
- Amore Amore Amore
- Todas tienen ganas de jaleo + Soy mayor
- Perra
- Los milagros nunca ocurren al salir de un after
- Así bailaba (versión corta)
- Kaiman
- Too many drugs
Bises - Ay mamá
- Busco un centro de gravedad permanente
- Abraxas
Nota editorial
Los diálogos transcritos reflejan con fidelidad la voluntad y el mensaje del artista, aunque pueden no ser textuales en su totalidad. En MGZMag nos especializamos en crónicas inmersivas, donde recolectamos la mayor cantidad posible de emociones sensoriales, atmósferas y momentos clave para ofrecer una experiencia cercana a estar ahí. Lo mismo ocurre con los setlists: muchas veces no se reciben oficialmente o el artista modifica el orden en vivo, por lo que la reconstrucción se basa en la observación directa y el cruce con registros disponibles.
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(*) PH Mariana Gomez Torres IG @mgzmagculturavisual , IG @MgzLab Visita nuestras redes para más contenido
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