
Desde el Palacio del Elíseo y con un groove casi presidencial, Francia lanzó una nueva cruzada cultural: lograr que la música electrónica del French Touch o French House —ese estilo retrofuturista, elegante y profundamente francés— sea reconocida por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En plena Fête de la Musique, el país vuelve a reivindicar su legado rítmico.
Francia quiere su beat en los libros de historia
“No somos menos que Berlín. ¡Somos los inventores del estilo!”, exclamó Macron en una entrevista con Radio FG —la emisora madre de este movimiento electrónico que hace de la nostalgia una pista de baile—. La referencia no es menor: Alemania consiguió en 2023 que el tecno berlinés se integrara al listado de la Unesco. Ahora Francia busca replicar el movimiento con su propio idioma: filtros, sintetizadores y samples disco ralentizados que redefinieron el dance global en los ‘90.
La propuesta surge justo en el marco de la France Music Week, una celebración que este año, además de conciertos gratuitos y charlas, estuvo atravesada por un debate cultural y político: ¿puede una corriente tan cool y evasiva como el French Touch institucionalizarse sin perder su esencia?
Y aquí va nuestra reflexión: si de rendir homenaje al patrimonio cultural se trata, ¿no habría sido más coherente —y visualmente imbatible— convocar a Daft Punk, Justice, Stardust o Modjo para abrir o clausurar los Juegos Olímpicos de París, en lugar de programar a Lady Gaga, Gojira o Céline Dion? Especialmente si, al mismo tiempo, se está pensando en solicitar su inclusión en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Unesco.
Para situarnos: la ceremonia de apertura contó con Lady Gaga interpretando “Mon truc en plumes” (de Zizi Jeanmaire) sobre el Sena, mientras que el momento emotivo lo cerró Céline Dion desde la Torre Eiffel. En la clausura, el DJ francés Kavinsky encendió la fiesta en el Stade de France con “Nightcall”, acompañado por Phoenix y Angèle.
Del cassette al Olimpo cultural
El French Touch nació entre suburbios parisinos, estudios caseros y sellos como Roulé, Ed Banger o Crydamoure. Desde ahí, redefinió el lenguaje del house mezclando funk setentero, sensibilidad pop y una estética visual marcada por la nostalgia de lo analógico. Su fórmula incluía loops hipnóticos, samples de vinilos disco filtrados, bajos saturados, compresores sidechain y esos característicos tintes cálidos y granulados que recordaban a las grabaciones en cinta. El resultado: un sonido que parecía venir del futuro pero con el alma del pasado, envolvente, elegante y tan reconocible como adictivo.
Daft Punk (y su videoclip de “Around the World”, una obra de arte coreografiada por Michel Gondry), Air con su culto melancólico en Moon Safari, Stardust con el alucinante Music Sounds Better with You con la voz de Benjamin Diamond, Modjo con Lady, Cassius, Étienne de Crécy, Bob Sinclar, Laurent Garnier, Mr. Oizo o Vitalic son solo algunos de los nombres clave que extendieron el pulso francés desde París hasta Tokio, pasando por Nueva York y Buenos Aires donde Daft Punk dio una memorable presentación en 2006 ante miles de fanáticos del género.
Cada uno aportó algo: desde el romanticismo espacial de Playground Love (Air) hasta la brutalidad luminosa de D.A.N.C.E. (Justice) o la ironía bizarra de Flat Beat (Oizo).
Pero si hay un hilo invisible que los une, es la obsesión por los sonidos del pasado remezclados para un futuro que nunca llega, una sensibilidad vintage reempaquetada en loops irresistibles.
¿Puede el groove institucionalizarse?
Macron no lo oculta: su deseo de inscribir al French Touch en el registro de la Unesco es también una forma de elevar el valor simbólico de una Francia que no solo cocina, pinta y filosofa, sino que también hace bailar al mundo. Y no es la primera vez que el mandatario francés busca seducir a las generaciones jóvenes a través de la cultura electrónica: en 2021 organizó una rave presidencial en el patio del Elíseo con DJs como Cerrone y Kiddy Smile.
La propuesta, sin embargo, abre una pregunta de fondo: ¿puede un movimiento tan asociado a lo underground, al anonimato de los cascos de Daft Punk y al rechazo de lo institucional, convertirse en símbolo nacional sin traicionarse?
La pista de baile como patrimonio
Que el French Touch esté nominado como Patrimonio Inmaterial no es solo una cuestión de nostalgia: es el reconocimiento de un movimiento que, sin TikTok ni Spotify, logró volverse global. Que dejó una marca estética tan potente que aún hoy sigue siendo reversionada por artistas como The Weeknd, Kaytranada o Dua Lipa en su etapa Future Nostalgia.
Macron lo resume con estilo propio: “Me encanta Alemania, sabéis hasta qué punto me siento europeo… pero nadie debería darnos lecciones. Tenemos esa French Touch”.
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Imagen video oficial Stardust y Modjo
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