
Public Image Ltd. subió al escenario Respect sin anunciarse, sin rogar atención, sin importar la hora ni el sol que partía la escena. El calor era brutal. El aire vibraba entre cuerpos recalentados por el asfalto de la pista, pero allí estaban. John Lydon, enfundado en su saco celeste a cuadros con imperdibles y pantalón verde, llegó cargando su carpeta de letras —que solo tocó por protocolo—, su copa de cava en mano, y ese andar entre ceremonial y desafiante que sigue invocando respeto sin esfuerzo.
Su entrada fue silenciosamente abrasiva. Bastó una primera mirada para marcar el tono: fija, provocadora, con ese gesto torcido que parece saber más que todos. Desde la primera palabra, vociferó sin filtro ni moderación, escupiendo al piso, símbolos con una naturalidad casi sagrada. La tensión, ya densa por el clima, se volvió ritual. A cada tanto, bajaba un sorbo de cava, no para refrescarse, sino para reforzar el contraste: la brutalidad con modales, la furia bien vestida.
Mientras tanto, la escena frente al escenario era igual de intensa. El público bailaba desde mucho antes, bajo un sol inclemente, y la organización había decidido regar a los asistentes con mangueras como medida de contención climática. Una escena que rozaba lo surreal: distorsión postpunk, chorros de agua en el aire, cuerpos vibrando en una catarsis coreada.
Vociferación, puños y distorsión
PlL, pioneros absolutos del post-punk, encarnan como pocos la rabia original del punk pero la reformulan con sofisticación. Las guitarras, el bajo y la batería tradicionales siguen ahí, pero conviven con sintetizadores, loops y texturas electrónicas que amplifican el dramatismo. Lo de Lydon no es nostalgia: es evolución sin domesticar.

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Con Know Now, agradeció al “sol bendito” con una ironía tan elegante como violenta. Nada parecía afectarlo. Ni el calor extremo, ni el vapor que salía del suelo, ni la tensión generalizada del ambiente. La banda sonaba firme, sólida, oscura. En Love Song, el público estalló. Fue uno de los grandes momentos del set, con la energía amplificada por los gestos de Lydon y la entrega física de cada línea.
En Death Disco soltó un espontáneo “Amo al País Vasco” que encontró eco inmediato.
Para Shoom, los “F*** You ” y los “F*** Off” salían como ráfagas, disparados desde la garganta con una mezcla de sarcasmo y convicción, y el público los devolvía como si fueran propios.
Y en Rise, uno de los puntos más intensos del repertorio de PIL, la repetición de “What is anger?”operaba como consigna, como aguijón, como loop mental que se filtraba por los huecos de la conciencia.
Un cierre sin concesiones
Visualmente, el concierto fue mínimo. Sonoramente, fue devastador. El guitarrista, afilado y preciso, utilizó un arco de violín sobre su Telecaster, generando capas de ruido controlado que aportaban estridencias y textura. No hubo pantallas ni proyecciones, solo el telón rojo con el nuevo logo: el protagonismo era absoluto, crudo, humano.

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Lydon presentó uno por uno a los integrantes mientras sonaba el último tema. Cerró la carpeta con las letras, se la puso bajo el brazo y caminó hacia el costado izquierdo del escenario. Allí, todos se alinearon al frente y se inclinaron juntos para despedirse. El público, pese al calor asfixiante, sostuvo la intensidad hasta el final.Para Escuchar

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PH Mariana Gomez Torres IG @mgzmagculturavisual , IG @MgzLab . Visita nuestras redes para más contenido.

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