
Las luces aún no bajaban en Razzmatazz y ya se escuchaban voces que coreaban en loop, como una misa pop a capella. Pero no eran las canciones originales: eran versiones instrumentales, ralentizadas, envueltas en ese filtro chill out que antecede el frenesí. En la penumbra, los fans ya ensayaban cada estribillo, como si el show estuviera ocurriendo desde antes de que alguien pisara el escenario.
A los costados, unos percheros con trajes colgando prometían algo más: no solo música, sino una secuencia escénica donde cada cambio de ropa marcaría un nuevo clima. Como si cada saco, capa o textura fuera una pista emocional, un código para anticipar lo que vendría.
Porque lo que sucedió en el marco del Festival Mil·lenni, fue más que un concierto: fue una comedia romántica futurista, un musical pop donde cada canción funcionaba como un acto independiente y cada vestuario tenía el poder de contarte algo sin decir palabra. Un relato brillante, dramático y bailable que se desplegaba entre visuales noventeras, sonidos espaciales y una teatralidad que no se disculpa por ser total.
Primera escena: Sincronía pop y el arranque de una obra en capítulos
Aparecieron con Ritmo & decepción, envueltos en trenchs dorados que reflejaban las luces como si fueran parte del decorado. Era solo el comienzo, pero el código visual ya estaba marcado: vestuario negro como base, y sobre eso, capas que iban cambiando según la atmósfera del bloque. No había nada al azar.
Siguió Siempre que lo beso, sin pausa, con la tensión justa. Y en Dice lo que siente, Ale lanzó el primer grito de la noche: “¡Buenas noches Barcelona! ¡Es Miranda mi amor!”, marcando la entrada formal a un show donde cada frase parecía ensayada para quedar.
Extraño vino con uno de los primeros momentos de comunión real: “¡Eso no es verdad Barcelona!”, repite Ale, y el público le responde sin que haga falta pedirlo. Los ahh ahh de Juliana se replican al unísono, generando una capa de voces que subía desde abajo y cubría todo el recinto.
Con Uno los dos, llega el primer recurso escénico fuerte: la pantalla proyecta a Emilia rodeada de una estética Windows noventoso, bien retro. En el escenario, Ale y Juli se mueven entre lo clown y lo robótico, a medio camino entre sketch y coreografía. La voz de Juliana es quirúrgica. Los falsetes de Ale, intactos. Cambio de vestuario: para Triste aparecen con un saco amarillo de bolas rojas. La lógica teatral sigue.

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Feats en pantalla, climas que mutan y el primer gran estallido
Me gusta y Hace rato funcionaron como una pausa activa. El show no bajaba, pero entraba en otra textura. El público seguía firme, cantando todo. No necesitaban hits para sostener la tensión.
Con Por ese hombre, apareció el recurso que se repetiría en otros temas: Ale le hablaba a Abraham Mateo proyectado en pantalla con una actuación sorprendente, una conexión total con la escena. Un guiño a los feats sin tener que traerlos en persona. Y funcionaba. La teatralidad seguía intacta.
Pero el primer momento bisagra fue Tu misterioso ángel. La aparición de Andrés Calamaro en pantalla desató gritos y saltos. Fue uno de los temas más coreados de la noche. La imagen de Andrés se multiplicaba en esas ventanas de PC vintage, como un virus emotivo. Para entonces, ya habían dejado los trajes con lechuguillas que daban ese tono de ópera barroca. El clima cambiaba. Y no era casual.
“¡Quiero llevarte a Barcelona esta noche!”, grita Ale al empezar 743, justo antes del “quiero llevarte a la luna y a París”. Los “Algo por allá, otro poco por allá” se los dedica en directo a distintos sectores del público, como si dirigiera una escena. La coreografía ya no es solo parte del show, es parte del mensaje.
Sigue Lo que siento por ti, y luego Perfecta, donde el público se queda con el uhhh uhhh y lo transforma en ohhh con ritmo de estadio. El baile sincronizado de Juli y Ale en vivo es de precisión quirúrgica. No hay playback que iguale esa energía.
Del pop al espacio: ovnis, luces y un bloque eufórico
“¡Vamos Barcelona, Miranda está en la casa!”, grita Ale en Por amar al amor, mientras la pantalla se llena de ovnis y platos voladores.
En Prisionero, otro de los grandes momentos vocales de la noche, Ale hace las partes de Cristian Castro y se impone. “¿Quién conoce esta canción?”, lanza en tono irónico, y la respuesta es un coro atronador. Los altos vocales se escuchan sin música. Piel de gallina.
Con Hola, Razzmatazz se convierte en discoteca: luces, carteles, palmas del público que parecen programadas como claps de sintetizador.
En Puro talento, Juliana despliega su performance física al máximo: corre, agarra carteles, gira, actúa. No solo canta: toma el escenario como si fuera suyo.
Plutón baja el ritmo: ambos cantando con micrófonos de pie, visuales planetarios, linternas encendidas. Una postal. Es el tema con Vicentico, y funciona como bisagra emocional.

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Saltos y cierre de culto
En Mejor que vos, aparece Lali en pantalla, mientras Juliana va y viene con una capa de lentejuelas fucsia.
Yo te diré conecta sin pausa, como si fuese la segunda parte. Después llega Me gustas tanto, donde cada “me gustas tú” se dirige a alguien de la primera fila. Todos tienen el suyo.
Traición aparece con visuales de platos voladores y el efecto OVNI absorbiendo en pantalla. El público está en llamas, tapando incluso la voz de Ale. Termina el bloque discoteca. La sala es una caldera. Ya lo sabía mantiene el fuego: batería pesada, guitarra cruda, Juli haciendo el coro final con el micrófono entre las piernas. Ale grita: “¡Miranda mi amooooor!” y suena más a rugido que a saludo.
En Fantasmas, escena graciosa: el guitarrista frota el instrumento contra Juliana, que responde con un twerking de rodillas. Ella simula un saxo invisible, Ale actúa con gestos teatrales. Visuales de tormenta: relámpagos y truenos en la pantalla. Enamorada hace saltar a todo el recinto. En Mentía, Juliana se tira al piso y le da el micrófono a una fan. Toda la sala corea.
Don, agradecimientos y euforia absoluta
Antes de Don, agradecen al público. Piden un fuerte aplauso para el bajista y guitarrista Gabriel Lucena y para la baterista Ludo Morell, que aparece tarde para ejecutar un solo improvisado. Juli pregunta divertida “¿Dónde está?”, y todo es fiesta.
Ale nombra países:
“Gracias a los que viven acá, a los que son de otros países y viven acá”. No se olvida de nadie.
Y lanza:
“Vamos a tocar una canción que nos enamoró a primera vista hace muchos años. A ver si se la conocen, dice algo así…”
Suena Don y Ale Sergi pide:
“¿A ver chiquis quién me muestra quién salta más alto en BAR-CE-LO-NA?”
El público no necesita mucho más.
“¿Vamos, saltá Barcelona, estás cansada? ¡Vamos que ya casi parece un concierto!”
Terminan todos abrazados, golpeándose el pecho con gestos de agradecimiento.
El público salió vibrando, con la escenografía aún pegada en la retina. Lo que pasó en Razzmatazz fue una lección de presencia escénica, precisión pop y talento sin fisuras. Un show donde la teatralidad no fue un adorno, fue el lenguaje.

Sonido
Nítido, potente y perfectamente balanceado. Las voces de Ale y Juliana sonaron siempre al frente: claras, afinadas y con matices que se mantuvieron impecables durante todo el show. Los graves empujaban sin invadir, los sintes y samplers creaban climas coreografiados y cada efecto tenía su lugar. Todo encajaba como en una banda sonora hecha en vivo.
Banda en escena
Compacta, precisa y con pulso escénico. Los músicos no solo ejecutaban: acompañaban el relato con gestos, silencios, energía física. Gabriel Lucena desde la guitarra y el bajo mantuvo la tensión, y Ludo Morell en batería aportó potencia y dinámica sin desbordes. No había extras: todo lo que pasaba en escena sumaba al cuadro.
Sala y ambiente
Razzmatazz estaba llena desde antes de arrancar. El ambiente era de fiesta escenificada: el público sabía cuándo cantar, cuándo gritar y cuándo observar. Sin escenografía extra, bastaron las pantallas, los vestuarios, la disposición de los cuerpos. A ratos, el espacio se vivía más como un set de filmación que como un concierto clásico.
Lista de temas
Diseñada como un guión pop. Sin pausas innecesarias, con transiciones teatrales, acting, visuales y guiños que unían un tema con otro. Del synthpop al bolero, del dance al musical electrónico. Cada bloque tenía una lógica visual y emocional propia. El final no fue clímax, fue epílogo.
Conexión con el público
Activa, dirigida, controlada con precisión. Ale hablaba con ironía y expresiones, arengaba con ritmo. Juliana miraba, actuaba, respondía a cada gesto. No había improvisación forzada: el vínculo se construía desde la entrega. El público respondió como parte del espectáculo. No era audiencia: era elenco extendido.
Artista Invitado
Ninguno en cuerpo, varios en pantalla. Calamaro, Abraham Mateo entre otros aparecieron en visuales integrados con elegancia. Pero no hicieron falta en escena: la banda y el dúo sostuvieron todo. El coro final fue colectivo, multiplicado por la voz del público.
Energía general
Constante, ascendente y medida. El show no bajó nunca, pero tampoco buscó picos vacíos. Cada bloque tenía su energía propia. Las pausas eran recursos escénicos, no descansos. Se sintió como una obra cerrada, sin rellenos. Compacta, exacta, al milímetro.
Setlist Miranda! – Razzmatazz, Barcelona – 18 de junio de 2025
- Ritmo & decepción
- Siempre que lo beso
- Dice lo que siente
- Extraño
- Uno los dos
- Triste
- Me gusta
- Hace rato
- Por ese hombre
- Tu misterioso ángel
- 743
- Lo que siento por ti
- Perfecta
- Por amar al amor
- Prisionero
- Hola
- Puro talento
- Plutón
- Mejor que vos
- Yo te diré
- Me gustas tanto
- Traición
- Ya lo sabía
- Fantasmas
- Enamorada
- Mentía
- Don
PH Mariana Gomez Torres IG @mgzmagculturavisual , IG @MgzLab
Nota editorial
Los diálogos transcritos reflejan con fidelidad la voluntad y el mensaje del artista, aunque pueden no ser textuales en su totalidad. En MGZMag nos especializamos en crónicas inmersivas, donde recolectamos la mayor cantidad posible de emociones sensoriales, atmósferas y momentos clave para ofrecer una experiencia cercana a estar ahí. Lo mismo ocurre con los setlists: muchas veces no se reciben oficialmente o el artista modifica el orden en vivo, por lo que la reconstrucción se basa en la observación directa y el cruce con registros disponibles.
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