
La historia se repite. Un programa que incomoda, que molesta, que investiga, que no se rinde a la obviedad… y que, por supuesto, no dura. Caiga Quien Caiga volvió con ganas, con un equipo afilándose programa tras programa, y justo cuando el motor estaba rugiendo fuerte, cuando el tono se asentaba y el show prometía volverse imprescindible, la tele hizo lo que mejor sabe hacer: darle la espalda a lo bueno y apostar por lo descartable.
Lo dijimos desde el principio: CQC la iba a tener difícil. Salir al aire en prime time, compitiendo contra programas instalados y formatos diseñados para el consumo masivo y descomprometido, era un desafío. En un ecosistema televisivo donde el entretenimiento rápido y descartable domina, un programa que apuesta por la sátira, la crítica, el contenido y el periodismo incómodo siempre arranca en desventaja. Desafortunadamente CQC no fue un «Superviviente«.
Siete programas. Siete joyitas. Y adiós.
Se fue en su mejor momento, cuando el engranaje ya estaba aceitado, cuando los presentadores Santi Millán, Lorena Castell y Pablo González despedían el ciclo junto a todo el equipo en un cierre que no se sintió como un final natural, sino como un tiro por la espalda. Justo cuando se animaban a más.
Quedan momentos imborrables, como Carles Tamayo destapando el lucrativo negocio de las estafas, dejando en evidencia cómo la credulidad y la impunidad alimentan estos fraudes. O las impecables investigaciones de Ana Francisco, que se atrevió a adentrarse en el infierno de las superbacterias, esa «pandemia silenciosa» que amenaza la salud pública, pero que, por supuesto, no tiene el mismo atractivo mediático que el último escándalo de un reality show.
Y, por si fuera poco, también Ana con su mítico «Proteste Ya», donde se trasladaron a un pueblo sin médicos y sacaron a la luz el abandono absoluto de la sanidad rural: vecinos desesperados, promesas políticas que jamás se cumplieron y autoridades que, fieles a su estilo, miraban para otro lado. Un periodismo que incomoda, que pone el dedo en la llaga, que genera ruido. Y, como era de esperarse, de los que nunca suelen durar en la televisión.
Y después está esa obra maestra de la incomodidad que fue la entrevista de Violeta Muñoz a Isabel Díaz Ayuso, donde la presidenta de la Comunidad de Madrid no pudo dejar de pestañear ante la presión de las preguntas. Un momento de televisión exquisito, de esos que recuerdan que el periodismo aún puede poner nervioso al poder.
O la entrevista de Luis Fabra al Mago Pop, donde lo obligó a elegir qué político era el mejor haciendo magia, o en definitiva, el que mejor engañaba a la gente. Un truco maestro de ironía que dejó en evidencia que algunos políticos tienen más talento para la prestidigitación que para gobernar.
Y ni hablar del último programa, donde los políticos recibieron regalos de despedida en un bloque épico a cargo de Irene Junquera y Violeta Muñoz. Irene le regaló un sudoku a la ministra de Sanidad, sugiriendo que se entretenga con él mientras espera ser atendida en un hospital. Violeta, por su parte, le obsequió un arbolito al alcalde de Madrid y le pidió que, por favor, no lo tale. No fue solo humor, fue un acto simbólico de resistencia. Y cuando un programa empieza a ser tan filoso como para ridiculizar al poder de esa manera, es lógico que la guillotina caiga sobre él.
El bloque despedida de CQC en números realmente fue increíble y puso sobre la mesa lo bien armado y equilibrado que estaba el programa. Como se dice en la calle «le dieron a todos duro y parejo», es decir se metieron con todo y con todos en partes iguales. Eso es CQC: la incomodidad y la sátira como herramienta para poner en jaque lo establecido, el humor como la navaja que corta la hipocresía.

¿Y si el problema no es el programa, sino cómo se mide el éxito?
El benemérito, beneplácito y benevolente rating. Sí, esa cifra sagrada que decide quién vive y quién muere en la televisión. Es decir, un grupo reducido de casi 6000 personas «representativas» determina el destino de toda la programación.
En pleno 2025, con plataformas digitales, redes sociales y otras formas de consumo, ¿de verdad seguimos creyendo que este método es el mejor indicador del impacto de un programa? Un programa como CQC no se ve solo en directo, se comenta en redes, se consume en fragmentos, genera conversación, genera fidelidad. Pero claro, nada de eso le importa al rating. Si no encajás en su lógica old school, you are dead.
Y aquí surge la gran cuestión: ¿qué define realmente el éxito de un programa, la cantidad de gente que lo ve o el impacto que genera? ¿Vale más tener 10 espectadores comprometidos, que se enganchan, lo comentan, lo esperan cada semana y lo defienden, o 20 que lo tienen de fondo, sin prestarle atención, simplemente porque era lo que estaba puesto en la tele? La televisión sigue midiendo su relevancia por el volumen de audiencia, ignorando que un programa que deja huella, que genera conversación y que provoca reacción, es infinitamente más valioso que uno que simplemente «acompaña» sin dejar rastro.
La televisión sigue obsesionada con la cifra bruta, ignorando que el verdadero valor de un programa está en el impacto que genera. CQC incomodaba, despertaba interés, generaba conversación. Pero como su número en el audímetro no era el esperado, se lo cargaron.
Tal vez ya es hora de preguntarnos si el problema no es el programa, sino el termómetro con el que se mide. Porque si seguimos dejando que un método obsoleto decida qué merece seguir en pantalla, entonces el futuro de la televisión está tan condenado como los programas que cancela.
Nos queda el consuelo de los siete programas. De sus momentos épicos, de las entrevistas incómodas, de las investigaciones que sacudieron conciencias y de los instantes en los que la sátira se convirtió en un arma filosa contra el poder. Nos queda la certeza de que un programa como CQC no desaparece del todo, porque su espíritu sigue vivo en cada espectador que entendió su valor. Y nos queda la tranquilidad de saber que la ironía nunca muere… aunque la televisión haga todo lo posible por enterrarla bajo una montaña de entretenimiento vacío.
Mariana XoXo
Foto Portada y Nota , captura pantalla video oficial tele 5
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