
El punk como un acto de blasfemia cultural, Please Kill Me escrito por Gillian McCain y Legs McNeil. La historia del punk no necesita traductores. No hay versiones oficiales, no hay adornos ni discursos masticados para que sean cómodos de tragar. Hay caos, hay rabia, hay explosión. Pero sobre todo, hay verdad.
Esa verdad está en Please Kill Me, la «biblia» del punk… aunque en esta religión no hay dioses, solo mártires con guitarras desafinadas. No hay salvación ni redención, solo una historia sin filtros donde la única liturgia era gritarle al sistema y escupir en su cara. Escrita por Gillian McCain y Legs McNeil, no se lee: se sobrevive. Es un testamento oral de quienes vivieron para contarlo y de quienes se quedaron en el camino.
Desde su publicación en 1996, Please Kill Me ha sido más que un libro: ha sido el manifiesto de una generación que lo quemó todo y se prendió fuego con él. Su lanzamiento no pasó desapercibido: fue recibido con entusiasmo por quienes vieron su historia reflejada en sus páginas, pero también con recelo por aquellos que no querían ver la crudeza del punk expuesta sin filtros. Hablamos con Gillian McCain sobre el impacto del libro, la autodestrucción inherente al punk y sobre lo que habría pasado si las redes sociales hubieran existido en los 70.
EL PUNK NUNCA QUISO SER UN MITO, SOLO ARDER
En una era donde todo es fabricado para ser consumido, el punk sigue siendo un animal indomable. Su impacto en la cultura punk es innegable, pero su esencia sigue siendo incorruptible. Lo que Please Kill Me deja en claro es que la autodestrucción no fue una estrategia de marketing.
Mucho antes de que las compañías discográficas entraran en escena, el punk ya se estaba desmoronando desde dentro. Pero no fue solo caos sin sentido: fue una explosión creativa, un acto de desafío y una ruptura con lo establecido. La industria hizo lo que siempre hace: absorber, explotar y regurgitar. Pero cuando hablamos de Johnny Thunders, de Sid Vicious, de Stiv Bators, no hablamos de víctimas de un sistema, sino de artistas que llevaban la urgencia del punk en la sangre.
«La destrucción ya estaba en marcha antes de que estas personas tuvieran contratos discográficos. El libro trata sobre sus historias personales antes de que sus ‘imágenes’ fueran cooptadas por los medios y las compañías discográficas… y si acaso, en cuanto a las drogas, creo que los medios y las disqueras intentaban minimizar el problema o esperaban que desapareciera.»
El punk nunca fue un producto, fue un incendio que nadie pudo apagar.
RIPPED JEANS, VELVET UNDERGROUND Y UNA HISTORIA QUE SIGUE SANGRANDO

El legado del punk sigue latiendo. Suena en bandas, en discos, en gritos. Y aunque haya intentos de domesticarlo, de empaquetarlo en algo más “accesible”, la esencia sigue ahí. Para McCain, es imposible negar su influencia:
«Obviamente, el punk ha tenido una enorme influencia en la moda y la música.
¿Quién inventó los jeans rotos? Iggy Pop y/o los Ramones. En cada entrevista, un músico menciona a Velvet Underground, los Stooges o Patti Smith como influencias. Acabo de leer que Charli XCX dijo que el primer álbum de Velvet Underground fue ‘el ápice del arte y la cultura DIY colisionando…’»
El punk sigue contaminando la cultura. Incluso hoy, íconos del pop digital como Charli XCX ven en The Velvet Underground la chispa donde «el arte fino y el DIY colisionan». No se trata de mirar atrás con ojos románticos ni de idealizar el desastre. Lo que importa es que el punk aún respira en cada riff sucio, en cada acorde que suena como una patada en la cara.
SI EL PUNK DE LOS 70 HUBIERA TENIDO ACCESO A LAS REDES SOCIALES, ¿QUÉ HUBIERA PASADO?
La pregunta era inevitable. En un mundo donde la inmediatez es la norma y la sobreexposición es moneda corriente, ¿la inmediatez de internet habría matado el misterio y la crudeza del movimiento?
La respuesta de McCain es directa:
«YES.»
Sí. La inmediatez de Internet habría matado el misterio y la crudeza del punk. Ese «tenías que estar ahí», ese aura de algo subterráneo, prohibido e impredecible, se habría diluido en el bombardeo constante de información. En un mundo donde todo se documenta y se diseca en tiempo real, el punk habría sido algo diferente. Tal vez no habría desaparecido, pero habría perdido parte de su esencia.
HISTORIAS OLVIDADAS Y EL PASO DEL TIEMPO

Please Kill Me captura la verdad sin filtros y la crudeza del punk. Pero, mirando hacia atrás, ¿crees que hubo historias que se dejaron de lado porque eran demasiado oscuras, demasiado peligrosas?
«No. Si hay historias oscuras que no están en el libro, es porque el entrevistado probablemente no las recordaba. No sentimos que nadie se contuviera.
Esa fue la belleza del libro: la mayoría de las entrevistas fueron hechas en los 90, unos veinte años después del auge del punk, así que había pasado el tiempo suficiente para que la gente hablara con sinceridad sobre sus comportamientos y hábitos, algo que quizás no habrían hecho veinte años antes.»
No hay censura. No se dejaron historias fuera por ser demasiado oscuras. Si algo no está en el libro, es porque simplemente se perdió en la niebla de la memoria, en las noches interminables, en la neblina de los recuerdos destruidos.
No hay filtro. No hay arrepentimiento. Solo el eco de una época que jamás podrá repetirse.
EL PUNK NO QUISO SER ETERNO, Y POR ESO LO ES
Please Kill Me no es solo una cápsula del pasado, es un recordatorio de lo que el punk siempre fue y sigue siendo: un acto de insurrección contra lo establecido. Escrito por punks que vivieron el punk, no por teóricos con el diario del lunes. Aquí no hay observadores externos reinterpretando la historia desde la comodidad de una oficina: hay voces que estuvieron ahí, que lo vieron arder y que siguen oliendo el humo.

McCain nos deja un último dato que parece escrito por el destino:
Los Ramones tocaron por primera vez en Londres el 4 de julio de 1976, bicentenario de EE.UU. Please Kill Me salió en junio de 1996.
Veinte años después, la historia quedó escrita. Hoy, casi 30 años después de su publicación, sigue siendo una patada en los dientes. Porque el punk nunca quiso ser eterno, pero lo es. Porque nunca quiso sobrevivir, y eso lo hace inmortal.
A los que piensan que el punk está muerto…, alguien debería avisarles…. Porque sigue oliendo a gasolina.
Agradezco profundamente a Gillian McCain por su humildad y generosidad al compartir su tiempo, y material fotográfico conmigo. Conversar con alguien que ha documentado el punk con tanta crudeza y respeto es un honor. A veces, en medio del ruido y la distorsión, se encuentran voces auténticas que mantienen viva la historia sin filtros. Gracias, Gillian, por ayudar a que el punk siga latiendo. Mariana XoXo




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